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¿Por qué fracasan nuestros esfuerzos de cambio?

¿Por qué fracasan nuestros esfuerzos de cambio?

El hombre que tenía enfrente lucía derrotado. Llevaba años luchando con el hábito de las drogas. Era adicto desde la adolescencia.

— Jamás podré vencer este vicio. Lo he intentado todo. Siempre fracaso —, se lamentó.

Le expliqué que, en sus fuerzas, jamás podría experimentar el cambio. “Solamente con ayuda de Jesucristo, quien nos fortalece”, le dije.

No es el único caso. En nuestra sociedad sinnúmero de personas enfrentan ataduras a la pornografía, el alcohol, el tabaco, le adulterio, las perversiones y el juego, entre otros, porque el listado puede ser muy prolongado.

El autor cristiano, Joel Beeke, opina:

“El hombre natural puede querer estar libre de algún pecado y las consecuencias del pecado; puede incluso, hacer algún esfuerzo en esa dirección. Pero es demasiado esclavo de ella. No está simplemente perdido o muriendo, está perdido y está muerto en delitos y pecados (Efesios 2: 1)” (Artículo “La depravación humana”. Revista Portavoz de la Gracia. Número 32, 2020)

El pecado es como una cadena gigantesca que impide avanzar en nuestro propósito de cambio.

¿POR QUÉ FRACASAMOS?

En tanto dependamos de nuestras fuerzas y nos afinquemos en la autosuficiencia, el fracaso es inevitable.

Sin Dios morando en nuestro corazón, estamos sujetos a la carne y sus deseos y tal sujeción desata consecuencias, como leemos en la Palabra:

"Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:7, 8 | RV 60)

La mundanalidad de la que estamos rodeados nos separa de Dios y, de paso, levanta una enorme barrera que impide recibir las bendiciones.

Pese a la concatenación de derrotas en el propósito de transformación, seguimos sujetos a lo mismo. El pecado es el que domina y, de su mano, la derrota.

Permítame traer de nuevo a colación al autor norteamericano, Joel Beeke:

“El pecado es injusticia y toda injusticia va en contravía de Dios. En esencia, el pecado es todo lo que está en oposición a Dios. El pecado representa un desafío contra Él. Trasgrede su carácter, su ley y su pacto. Se opone como dijo Martín Lutero, a dejar que “Dios sea Dios”. El pecado apunta a destronar a Dios. Se esfuerza por colocar a alguien o algo más en su lugar”. (Artículo “La depravación humana”. Revista Portavoz de la Gracia. Número 32, 2020)

Por naturaleza el género humano trasgrede las pautas trazadas por Dios. Rechaza el camino correcto. Esa por supuesto, es una manifestación de abierta rebeldía al Creador.

UNA MARCADA INCLINACIÓN AL PECADO

Toda persona tiene una marcada inclinación al pecado, que le acompaña a todas partes como una sombra gigantesca.

Cuando vamos a las Escrituras, leemos:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53: 6 | RV 60)

Ahora, esa forma de proceder nos conduce inevitablemente a la muerte espiritual:

“… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios…” (Romanos 3: 23 | RV 60)

Observe que el apóstol Pablo en la revisión Reina Valera especifica que esta triste condición afecta a todo el género humano.

¿Está usted dentro de esa categoría? Probablemente sí. Y esa pecaminosidad le impide vencer los malos hábitos que llevan a la destrucción física y espiritual.

El Señor Jesucristo abordó el tema de la contaminación que embarga al pecador:

“¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.” (Mateo 15: 17- 20 | RV 60)

¿Cómo puede alguien en esta condición superar las ataduras que lo mantienen bajo un estado de estancamiento? Humanamente es imposible.

El asunto es que somos herederos de una naturaleza corrupta (Cf. Salmos 51: 5)

El profeta Isaías lo describió en los siguientes términos:

“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” (Isaías 64: 6 | V 60)

En esa dirección los esfuerzos de cambio por parte de las personas concluyen en un caos y derrota absolutos. Es inevitable.

¿CÓMO NOS AFECTA EL PECADO?

La pecaminosidad mantiene vivas las ataduras a los vicios. Nuestros esfuerzos por liberarnos resultan insuficientes.

No en vano el profeta Jeremías escribió:

“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17: 9 | RV 60)

El pecado nos afecta en varios ámbitos:
  • Conciencia
  • Emociones
  • Intelecto
  • Voluntad
  • Disposición de relacionarnos con Dios
¿Qué hace satanás? Toma ventaja. Se aprovecha de las debilidades.

El apóstol Pablo lo describe así:

“¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6: 16 | RV 60)

A menos que volvamos la mirada a Dios y dependamos de Él, quien nos fortalece y anima, estamos siempre bajo el yugo de la esclavitud.

CAMINO A LA LIBERTAD

Jesús murió en la cruz para traernos libertad del pecado y sus consecuencias. No es el fruto de nuestro esfuerzo o méritos cosechados a lo largo de los años. Es la mera gracia del Padre. El amado Maestro dijo:

“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” (Juan 8: 31, 32 | RV 60)

El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

“Pero gracias a Dios, que, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” (Romanos 6: 17, 18 | RV 60)

¿Merecíamos el perdón y la fortaleza que se derivan de la obra redentora de Jesucristo? En absoluto. Es solamente por Su infinita gracia y amor. No podemos explicarlo de otra manera cuando leemos al apóstol Pablo:

“… siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3: 24- 26 | RV 60)

Entender esta verdad eterna nos permite vencer las adicciones, cualquiera que sea.

No es en nuestras fuerzas ni por los méritos que nos asistan. Es por la gracia de Dios. Esa gracia se hizo manifiesta en la obra de Jesús en la cruz. Hoy es el día para decidirnos por la victoria que proviene de Él.

A propósito, ¿ya recibió a Jesucristo como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Ábrale las puertas de su corazón. Comience una nueva vida personal, espiritual y familiar.  

Publicado en: Estudios Bíblicos


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