Los cinco errores de un cristiano principiante
Ramiro recibió a Cristo una tarde de domingo, cuando iba de camino a casa. Tenía muchos problemas. Para comenzar, reñía cada día con su esposa, los hijos eran rebeldes y, para coronar el helado con una cereza, basta decir que llevaba dos semanas sin empleo.
Aún no se puede explicar la razón por la que entró en el templo, lo que sí puede describir es el profundo impacto que le produjo el mensaje. El pastor era un hombre entrado en años con un distintivo: Una Biblia grande, a punto de desprenderse por hojas, evidencia— pensó— de que la lee con mucha frecuencia.
El hombre no era muy versado en términos cultos, pero el mensaje fue tan sencillo y a la vez convincente, que cuando invitaron a las personas a recibir a Jesús como Salvador, Ramiro fue casi corriendo hacia el frente, junto al púlpito.
Ese fue el comienzo de un proceso de crecimiento permanente. Oraba, buscaba a Dios, leía las Escrituras… y cometía errores. Los que cometió Ramiro son los mismos en los que incurren generalmente quienes recién se convierten a Jesucristo. ¿Sabe cuáles son? Acompáñenos para descubrirlos:
1.- Pretender que los cambios en nuestra vida se produzcan en un abrir y cerrar de ojos.- La mayor frustración de Ramiro fue descubrir que aún se enojaba, era intolerante, quería que todos pensaran como él en su condición de cristiano y las permanentes situaciones que lo llevaban a pensar en renunciar a su caminar con Cristo. “Esto de caminar con Jesús no es para mí.”, solía repetir, preso del desaliento.
Debió descubrir, tal como lo anota el apóstol Pablo, que el crecimiento en la vida cristiana obedece a un proceso, como escribió a los creyentes de Éfeso:
“ Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo. ” (Efesios 4.13.NTV)
No se desespere. Si por alguna razón falló hoy, no permita que lo arrastre el desánimo. Levántese, préndase de la mano de Jesucristo y siga adelante.
2.- Pretender que al convertirnos a Cristo todos los problemas se acabaron.- Si alguna vez tuvo dificultades, fue cuando se hizo cristiano. Parecía que todos alrededor conspiraban para robarle la paz. Y Ricardo tropezó con una enorme pared. Él pensaba que al aceptar a Jesús, sus crisis e incluso, tropiezos, terminarían. Pero no era así.
La experiencia le enseñó que los obstáculos no concluyen. Siguen saliendo al paso. La diferencia ahora es que Cristo nos acompaña para darnos la victoria, tal como aprendemos en la Palabra:
“ Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza. ” (Salmos 23:4. Versión Dios Habla Hoy)
Si caminamos tomados de la mano del Señor Jesús, ningún problema nos detendrá. El poder de Dios es mucho más grande que todos los problemas juntos.
3.- Pretender que los milagros deben ocurrir ya, sin mayor esfuerzo.- Es cierto que Cristo va delante de nosotros como poderoso gigante y que, gracias a su obra en la cruz, podemos ir al Padre celestial sin temor alguno, en la certeza de que nos escucha. No obstante, hay momentos en los que obtener un milagro parte de la perseverancia.
Ramiro se quejaba porque Dios se tardaba en responder a sus peticiones. Creía que el Señor los escuchaba a todos menos a él… La experiencia le enseñó la importancia de perseverar.
En alguna ocasión “ Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre, sin desanimarse. ” (Lucas 18:1. DHH; Cp. 1 Tesalonicenses 5:7)
Orar y perseverar es fundamental, hasta que se produzcan los milagros. No desistir sino perseverar, siempre.
4.- Pretender que solamente nosotros tenemos la “verdad revelada”.- Conforme fue creciendo en su vida cristiana, Ramiro estaba sorprendido. Era como avanzar en una enorme montaña rusa, de las que hay en los parques de diversiones. Algo fascinante.
No obstante, una tarde al salir del trabajo, alguien le entregó un tratadito evangelístico. Él lo miró con recelo. Incluso se quedó inquieto. Creía que la enseñanza del pequeño folleto, como no tenía el sello de su denominación, podía ser perjudicial para otros.
Cuando fue a la Palabra leyó: “ Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino sólo Dios, quien es el que hace crecer. El que siembra y el que riega están al mismo nivel, aunque cada uno será recompensado según su propio trabajo. ” (1 Corintios 3:6-8. NVI)
Dios le enseñó que todos somos instrumentos en sus manos cuando nos disponemos para Él. Jamás podemos pensar que sólo en nuestra denominación eclesial está la “verdad revelada” y que los demás no tienen la razón, o que son menos que nuestra congregación.
5.- Pretender cambiar a las personas a nuestro alrededor.- Pero si hasta el momento cada día era un nuevo aprendizaje, su mayor confrontación la tuvo con la actitud reacia de su esposa, Leonor, cuando le compartió el Evangelio. “No me vengas con cuentos; ve tu a la Iglesia, pero a mí no me obligues.”, le decía ella.
Estaba molesto. No entendía por qué si él había cambiado, ella persistía en su vida sin Dios. Decidido a quejarse por el comportamiento de su cónyuge, fue al Padre celestial en oración. Y Él habló en su corazón.
Halló la respuesta a sus inquietudes cuando leyó al profeta Ezequiel:
“ Además, os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu y haré que andéis en mis estatutos, y que cumpláis cuidadosamente mis ordenanzas. ” (Ezequiel 36:26, 27. La Biblia de Las Américas)
El único que puede transformarnos es Dios mismo. No es algo que logramos en nuestras fuerzas, ni tampoco ejerciendo presión, como llevamos a otras personas a los pies de Cristo. Por mucho que libremos batallas no llevaremos a quienes se encuentran alrededor a que experimenten una nueva vida. Quien hace esa obra, porque tiene el poder ilimitado, es nuestro amado Hacedor.
Es tiempo de avanzar un día a la vez
Quizá usted recibió a Jesús como su Señor y Salvador. Esa conversión ocurrió hace poco. No obstante, quiere experimentar un crecimiento rápido. ¡Deténgase! Permita que Dios trate con su vida y lo lleve a un crecimiento lento pero firme. Es un proceso, no lo olvide jamás.
Si lo hace, si camina con Cristo un día a la vez, descubrirá que es una experiencia maravillosa y, en el momento oportuno, su testimonio de vida ejercerá una poderosa influencia entre quienes le rodean. No se desanime, siga adelante.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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