La fuerza transformadora del perdón
La tarde la invirtieron armando el árbol de navidad y ya tenía dispuesto salir a primera hora del día siguiente a comprar las figuras para armar el pesebre, en la sala, junto al televisor. Pero la ilusión de la navidad la rompió un disparo que hirió a su hijo de apenas diez años. Sintió que moría con él. Era la forma como antiguos enemigos de las pandillas, le pasaban cuenta de cobro por su retiro de los enfrentamientos callejeros.
—¿Qué hacemos? ¿Nos vengamos?— le preguntó su mejor amigo, en el interminable pasillo de urgencias en un hospital de Santa Cruz, en Bolivia.
Y como es apenas previsible en circunstancias así, con la rabia contenida y la firme convicción de que nada tenía sentido, lo asaltaron mil pensamientos. Sin embargo la imagen de su hijo le hizo reflexionar. ¿Qué ganaban con aplicar la ley del talión, del ojo por ojo y diente por diente? Sin duda iban a prolongar un problema que podía resolverse con el perdón, una palabra que hasta hacía algún tiempo no figuraba en su diccionario personal.
—Déjalo así. Más bien, dile a los muchachos que me ayuden a orar, que Dios permita que mi hijo se salve— respondió Carlos Anibal Sandoná, el joven ingeniero eléctrico que apareció en los principales diarios bolivianos como un ejemplo de paz. Comprendió que atrás habían quedado los odios y las rencillas que le llevaron a causar daño a sus semejantes.
¿Está dispuesto a perdonar?
Sin duda hay momentos en los que desearíamos tomar justicia por nuestra mano. El daño que nos provocan es tan profundo, que concebimos la venganza como el único camino. Son períodos de nuestra existencia en los que consideramos que una gota rebosó la copa, y que llegamos al límite de nuestras fuerzas.
Una inquietud así fue la que llevó uno de los discípulos de Jesús a formularle un interrogante que marcaría su vida. "Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” (Mateo 18:21, 22).
El perdón le imprime una nueva dinámica a nuestra existencia. Es una fuerza que trae bien a nuestro ser, nos ayuda a crecer como cristianos y libera la vida de los resentimientos, la amargura y el rencor que nos impiden ver las características positivas de cada ser humano.
Sepa que el día para tomar la decisión de recibir a Jesucristo es hoy. Es el principio de una nueva vida...Y si no ha recibido a Jesucristo, es hora de hacerlo. Puedo asegurarle que no se arrepentirá porque prendidos de la mano del Señor Jesús emprendemos ese camino maravilloso hacia el crecimiento personal y espiritual que tanto hemos anhelado.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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