¿Experimenta una profunda soledad en medio de la crisis?
El auto se averió en la avenida circunvalar, justo a la hora de mayor tráfico y cuando largas filas de carros parecían coincidir en un solo ruido: gigantesco, ensordecedor, desesperante, como consecuencia de pitos de diversas tonalidades con los cuales conductores histéricos procuraban que hubiese más movilidad en los vehículos.
Francisco se bajó molesto. Deseaba llegar temprano a casa. El día había sido agotador. Si algo ansiaba, era ver la sonrisa de su esposa y compartir unos instantes con sus hijitos de dos y cuatro años.
— Dios Mío, ¿Por qué tenía que pasarme esto justamente a mi?— renegó. — Los demás que ni siquiera van a la iglesia, están relajados en sus autos y mírame a mí, Señor Jesús, sudando la gota para cambiar un neumático —.
Los minutos se sucedieron con una rapidez asombrosa. Incluso, acostumbró su oído a las ofensas de los conductores que –al pasar a su lado— le decían toda clase de epítetos, refiriéndose a su falta de pericia para colocar la llanta de repuesto.
Cuando iba terminando, ya con las sombras de la noche cayendo sobre Santiago de Cali, recordó de cuántas situaciones difíciles lo había sacado el Señor. “Perdóname Señor Jesucristo por ser tan desagradecido", murmuró. Se limpió el sudor y dirigió una mirada al cielo. No podía menos que reconocer que en medio de muchas tribulaciones, Dios había sido su pronto auxilio.
Piénselo con detenimiento: No estamos solos. Por dura que parezca la batalla, tenemos un Dios de poder que nos cuida, guía y ayuda a vencer si arrecian las dificultades.
Dios protege nuestras vidas
Cuando nos movemos en el camino de Dios, nada ni nadie podrá derrotarnos. La razón es sencilla: Él nos ofrece su protección. Está siempre con nosotros, y brinda su cuidado y protección por nuestra condición de hijos, redimidos gracias a la obra del Señor Jesús en la cruz.
Conscientes de que Dios era quien peleaba por ellos, a su favor, los israelitas se volvieron contra los filisteos, sus enemigos más poderosos, y quienes estaban dispuestos a atacarlos. Confiaron en el Padre celestial y perseveraron hasta derrotarlos pero en el poder de lo alto:
"Inmediatamente los israelitas salieron de Mispá persiguiendo a los filisteos, y los atacaron hasta más abajo de Bet-car. Después tomó Samuel una piedra y la colocó entre Mispá y Sen, y la llamó Eben-ézer, pues dijo: “Hasta ahora el Señor nos ha ayudado” (1 Samuel 7:11, 12, versión Dios habla hoy).
Igual cuando experimentamos ataques de Satanás y sus colaboradores. No podemos ni volver atrás ni ceder terreno. Hay que librar la batalla hasta el final, seguros de la victoria en Jesucristo. Reconozca la protección de Dios, siempre y en todo momento, y muévase en el poder de Aquél que todo lo puede.
Para terminar una pregunta: ¿Ya recibió a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador? No deje pasar la oportunidad. Ábrale su vida hoy mismo.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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