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Enfrente eficazmente los desiertos de la vida

Enfrente eficazmente los desiertos de la vida

Ahora que haz comenzado a caminar tomado de la mano del Señor Jesús es probable que aún sigas experimentando períodos difíciles que identificamos como “desiertos”. Son aquellas etapas de tu vida en las que, fruto de alguna situación imprevista, dejas de orar, de leer la Palabra de Dios y, agobiado por el desánimo, no quisieras siquiera volver a la iglesia.

¿Te ha ocurrido? Si es así, vamos a compartirte algunas estrategias bíblicas que te serán sumamente útiles. En caso contrario, estarás preparado para saber qué hacer...

Imagina por un instante la escena: El profeta Elías acaba de recibir un extraordinario respaldo de Dios quien se manifestó con hechos milagrosos al poner al descubierto las estratagemas de engaño de Satanás, el cual utilizaba líderes de maldad al servicio de Jezabel, la esposa del rey Acab (Puedes leerlo en 1 Reyes 18:16-46). Fue un éxito rotundo.

Sin embargo, transcurrido poco tiempo y cuando la alegría todavía debía embargar el corazón de este poderoso ministro del Señor, fue notificado sobre amenazas contra su vida por parte de Jezabel.

“Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. <<!Estoy harto, SEÑOR!— Protestó —. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.>>” (1 Reyes 19:3, 4).

Su paso de un estado de exaltación gozosa a la crisis fue abrupto. ¿Te ha ocurrido? Probablemente después de estar caminando con el Señor Jesús de pronto te has visto asaltado por la desesperanza o quizá por el deseo de renunciar a todo.

Muchas personas han enfrentado una situación así. Tú no eres el primero y, sin duda, tampoco serás el último.

Hace muchos siglos, presa de un estado de desasosiego, un hombre oró a Dios con las siguientes palabras: “Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión, pues me encuentro solo y afligido. Crecen las angustias de mi corazón; líbrame de mis tribulaciones.” (Salmos 24:16, 17. NVI).

Otros hombres y mujeres quienes al igual que tu han deseado fervientemente vivir para Dios, experimentaron momentos difíciles. La pregunta que nos ocupa es, ¿qué hacer?.

Un panorama oscuro

Cuando atraviesas por un estado de crisis, es natural que todo lo veas oscuro. Es la primera de las características que nos permiten identificar el grado de desierto por el que cruzamos. En instantes así, es posible que llegues a pensar que todos están en contra tuya. Un problema pequeño, lo dimensionas. Pareciera que se sale de las manos.

Cuando has identificado que atraviesas por una situación que escapa, de un lado a tu voluntad, y de otro, al manejo, has dado el primer paso y el de mayor significación. Decenas de personas se niegan a admitir que están mal debido a los problemas que enfrentan, y que su situación afecta a quienes le rodean.

Los desiertos son previsibles

Los cristianos enfrentamos desiertos. Tu mismo es probable que ya los conozcan. Unos en mayor o menor grado que otros, pero desiertos al fin. En esos períodos están abiertas dos alternativas: la primera, tratar de resolver la crisis a tu manera, y la segunda, volver tu mirada al Dios de poder en procura de ayuda.

El libro del Éxodo encontrarás un texto maravilloso que ilustra este asunto. Se encuentra en el capítulo 16 y relata el momento en que el pueblo de Israel, atravesando el desierto de Sin, le reclamó a Moisés pan y carne.

En medio de su desesperación, Moisés y Aarón clamaron al Señor. Pudieron intentar calmarlos, razonar con los líderes quejosos o quizá, hacer una colecta para tener provisión. Pero entendieron que la salida al laberinto era acudir a Aquél que todo lo puede. Cuando oraron, Dios respondió. “Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube” (Éxodo 16:10). Cuando se lo permitimos, Dios toma control de las circunstancias adversas.

Dios escucha tus oraciones

Con frecuencia pensamos que Dios no escucha nuestras oraciones. Pero no es así. Él nos oye. Atiende tu clamor y el mío. Por esa razón es en medio de la crisis cuando debemos buscar a Dios.

Tus oraciones, elevadas incluso desde la angustia, llegarán a Su presencia. Él lo prometió en su Palabra cuando, por inspiración divina, el salmista escribió: “ Entonces clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones... Cambia la tempestad en sosiego... Vuelve el desierto en estanques de aguas, y la tierra seca en manantiales...  (Salmos 107:6, 13, 19, 28, 29, 35).

Un consejo oportuno

Las personas pueden aconsejarte, y eso está bien. Pero los mejores consejos cuando atraviesas una crisis, deben provenir de Aquél que todo lo puede.

Justamente uno de los autores sagrados atravesó un momento de crisis del que, supuso, no podía salir.

Es fácil intuir que llegó el momento en que pensó que no había nada por hacer. Lo embargó la sensación de que estaba al borde del abismo. Que nada tenía sentido. Y clamó a Dios. Y fue en Dios que encontró paz. Ese hecho, reflejado en la recuperación del clima de sosiego en su existencia, fue el que le llevó a escribir: “Porque has sido mi socorro, y así en las sombra de tus alas me regocijaré... Tu diestra me ha sostenido” (Salmos 63:7, 8).

Manejo de la ansiedad

Tratar de resolver las crisis y desiertos a tu manera, no conducirá sino a una concatenación de fracasos.

Nos traiciona la razón y con frecuencia, las  alternativas de solución por las que nos inclinamos, traen consecuencias más graves... En momentos así a quien debes llevar tus preocupaciones y angustia, es al propio Señor Jesucristo. Esa fue la recomendación que Él nos hizo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-31).

Es importante que vayas a su presencia en oración, y te desahogues, sacando todo lo que hay en tu corazón. Es una forma de hallar descanso, y de encontrar respuesta cuando el panorama futuro está poblado por densos nubarrones, tal como lo recomendó el apóstol Pedro:

“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6, 7).

Tu necesitas vivir el hoy. Ya el mañana traerá, como decía el Señor Jesucristo, su propio afán: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34).

Antes, cuando Cristo Jesús no vivía en tu corazón, te dejabas arrastrar por la crisis. Ahora puedes sobreponerte a los desiertos porque sabes que Él vendrá en tu ayuda cuando vayas a Su presencia en oración... Jamás olvides: El propósito de Dios es que haya paz en tu corazón y puedas superar las crisis...

Publicado en: Estudios Bíblicos


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