Desde ya prepare a sus hijos para triunfar
Nuestros hijos pueden ser triunfadores o fracasados. Es una condición que se va forjando en ellos desde la más tierna infancia, cuando los fundamentamos en principios y valores, y les enseñamos a amar a Dios. La responsabilidad de edificar hijos para ser exitosos no es de los maestros ni de los líderes de Escuela Dominical, Es nuestra y únicamente nuestra.
Con principios sencillos y prácticos, es necesario que nos fijemos desde hoy la meta de construir familias sólidas y en ese proceso, criar hijos para salir airosos, por encima de la adversidad, con una mentalidad de vencedores porque esa fue la naturaleza con la que nos concibió nuestro amado Dios.
Una apesadumbrada mujer que me escribió desde Chile, preguntaba: “¿Cómo sacar a mis hijos adelante y evitar que caigan en el estado de resignación en el que uno ve a tantos jóvenes hoy día?”. Le expliqué que todo el proceso comienza en casa. “Es usted como madre y si tiene el apoyo de su cónyuge mejor, quienes tienen en sus manos llevar a sus hijos a un nuevo nivel, de victoria en todo cuanto hacen”. A continuación le compartí de qué manera una vida de fe ayuda en este proceso transformador.
Un primer paso es enseñarle a los hijos que se llega a la cima con dos cimientos: El primero, someter nuestros planes y proyectos en manos de Dios (Cf. Salmos 37:5), y el segundo, comprender que unas veces se gana y otras se pierde. En esencial, prepararlos para que manejen la frustración. Si no lo hacemos, cuando ellos enfrenten cualquier situación que se salga de sus expectativas o sencillamente no puedan alcanzar metas, pueden caer en depresión. Y esa depresión sin un buen manejo puede llevarlos a desarrollar una actitud derrotista.
Forme hijos con propósitos claros
Los hijos que aprenden a fijarse propósitos claros y en caso de no lograrlos, siguen adelante, intentándolo, comienzan a tener un gobierno de sus emociones y actitudes. Es lo que los especialistas denominan Inteligencia Emocional para referirse al control de nuestra parte emocional. Esta clase de Inteligencia es muy distinta a la Inteligencia Racional, que está relacionada con la dimensión intelectual. ¿Por qué es diferente? Porque hay millares de personas que tienen estudios superiores, especializaciones incluso, pero no pueden manejar una reacción de ira.
Si enseñamos a nuestros hijos a tener control, el panorama es diferente. El especialista, Daniel Goleman, lo describe así: “La vida en familia es nuestra primera escuela para el aprendizaje emocional; en ese espacio aprendemos cómo sentirnos con respecto a nosotros mismos y de qué manera los demás reaccionarán ante nuestros sentimientos; a pensar sobre estos sentimientos y qué alternativas tenemos; a interpretar y expresar esperanzas y temores. Esta escuela emocional no sólo opera a través de las cosas que los padres dicen o hacen, sino también en los modelos que ofrecen para enfrentarse a sus propios sentimientos y a los que se producen entre marido y mujer. Algunos padres son dotados maestros emocionales mientras que otros son desastrosos.” (Daniel Goleman. “La inteligencia emocional”. Editorial Zeta. 2012. México. Pg. 224)
Como padres debemos acercarnos a nuestros hijos cuando les veamos decaídos, irritables, en condiciones de ansiedad o cualquier cambio inesperado en su comportamiento. No basta con acercarnos a ellos sino mostrarnos comprensivos, amigables, tolerantes. Entender lo que para nosotros pueden ser pequeños problemas pero— para ellos— situaciones catastróficas. Jamás olvidemos que nuestra perspectiva de la vida es muy diferente a la que tienen ellos.
Pero a la par que llevamos a los hijos a descubrir y comprender su vida emocional, que les brindamos consejos y les alentamos cuando están tristes o desanimados, debemos inculcarles principios y valores que les ayuden a enfrentar sus situaciones personales, a crecer espiritualmente y a forjar— cuando llegue el momento— familias sólidas.
La mejor forma de hacerlo es fundamentándonos en la Palabra de Dios. Es el secreto de la solidez que por siglos ha mantenido el pueblo de Israel. Ellos llevaron a la práctica –como deberíamos hacerlo nosotros hoy— una instrucción de nuestro amado Señor: “Esos son los mandatos, los decretos y las ordenanzas que el Señor tu Dios me encargó que te enseñara. Obedécelos cuando llegues a la tierra donde estás a punto de entrar y que vas a poseer. Tú, tus hijos y tus nietos teman al Señor su Dios durante toda la vida. Si obedeces todos los decretos y los mandatos del Señor, disfrutarás de una larga vida. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deuteronomio 6:1, 2, 7. NTV)
Es un principio de victoria que debemos sembrar en nuestros hijos: Amar y obedecer a Dios. Y esa obediencia y amor se testimonian cuando somos fieles al cumplimiento de sus mandamientos.
Si el Señor ocupa desde un comienzo el primer lugar en la vida de nuestros hijos, los estamos preparando para vencer, para superar las adversidades y para llegar a la cima. Es una tarea que tenemos delante de nosotros y que no podemos rehuir. Es ahora cuando debemos comenzar a trabajar para que sean triunfadores en todo lo que emprendan.
Enseñe a los hijos a controlar sus emociones
Si deseamos que nuestros hijos superen los obstáculos que surgirán al paso, es necesario que desde hoy los preparemos para manejar sus emociones. En una escuela de la ciudad varios maestros se quejaban de la agresividad de los estudiantes. Habían llegado al extremo de amenazar a los docentes cuando perdían alguna asignatura académica. Otro agredió a un compañero con un arma de fuego, sustraída de la mesa de noche de su progenitor. Le causó la muerte. “No supe controlar la rabia”, se excusó cuando lo entrevistaron en un noticiario local.
¿Qué decir de la jovencita que intentó quitarse la vida porque terminó la relación con su novio? ¿O quizá podríamos referirnos al joven que consume drogas para escapar del estrés que le produce ver a sus padres discutiendo en casa? Todo tiene directa relación con el manejo de la parte emocional.
Es cierto que siempre habrá problemas. Es natural si interactuamos en una sociedad conflictiva como la nuestra. Pero los problemas no deben ser los que terminen gobernando nuestra forma de pensar y de actuar. Somos usted y yo quienes tenemos dominio sobre los problemas, porque esa condición especial nos la proveyó Dios, y en esa dirección debemos forjar a nuestros hijos.
El especialista, Daniel Goleman, hace un aporte significativo al enseñar: “Una de las lecciones emocionales básicas para un niño es aprender a distinguir entre los sentimientos; un padre que no tiene sintonía con su propia tristeza, por ejemplo, no puede ayudar s sus hijos a comprender la diferencia entre la aflicción por una pérdida, la tristeza que se puede sentir con una película y la tristeza que surge cuando algo malo le ocurre a algunas de las personas a las que él quiere.” (Daniel Goleman. “La inteligencia emocional”. Editorial Zeta. 2012. México. Pg. 226)
Tenga presente que los hijos actuarán conforme a sus padres. La enseñanza que les brindamos en casa la replicarán en sus propios hogares. Es más, a partir de nuestras actitudes y reacciones, ellos irán definiendo su propio esquema de comportamiento. Enseñarles los principios de la Palabra permitirá que amolden su forma de pensar y de actuar conforme a la voluntad del Señor.
Ahora, formarlos para que con ayuda de Dios tengan control de sus emociones, les preparará para la vida. La vida emocional es muy importante y más cuando quien ocupa el primer en nuestro corazón es Aquél que nos hizo, nuestro amado Padre. El rey Salomón escribió: “Sobre todas las cosas cuida tu corazón porque este determina el rumbo de tu vida.” (Proverbios 4:23. NTV)
Dentro del proceso que asumimos de formar hijos para la victoria con ayuda de Dios, es esencial que sembremos en nuestros hijos principios y valores esenciales como el amor, la tolerancia, la paciencia, la disposición de ponerse en la situación de otros para entender por qué actúan de determinada manera, y además, enseñarles a trabajar en equipo.
El trato que le prodigamos a nuestros hijos con demostraciones de amor o de indiferencia, tienen profundas repercusiones— duraderas— en su vida emocional y traerán consecuencias que pueden ser positivas o negativas. Los prepararán para la victoria o el fracaso.
Hoy es el día oportuno para tomar una decisión alrededor de cuál será el mañana de nuestros hijos. Es necesario revisar nuestro comportamiento, el ejemplo que les ofrecemos y aplicar los correctivos necesarios con ayuda de Dios.
Alimente en sus hijos una vida emocionalmente sana
Los padres emocionalmente sanos aprenden cómo manejar los problemas y le dan un adecuado manejo a los conflictos al interior de la familia, con ayuda de Dios. Esa disposición de sus progenitores para encarar las situaciones adversas en las relaciones interpersonales, son las mismas que replicarán nuestros hijos en su relación con otras personas. La ecuación es sencilla: padres emocionalmente sanos formarán hijos emocionalmente sanos.
Daniel Goleman, uno especialista en el tema, anota que: “…los padres emocionalmente sanos pueden hacer mucho para ayudar a sus hijos con cada una de las cuestiones básicas de la inteligencia emocional, es decir en lo concerniente al manejo de sus emociones; aprender a reconocer, elaborar y aprovechar sus sentimientos, a desarrollar empatía y a enfrentarse con los sentimientos que surgen en las relaciones.” (Daniel Goleman. “La inteligencia emocional”. Editorial Zeta. 2012. México. Pg. 226)
¿Por qué fallamos los padres en el proceso de formar hijos emocionalmente sanos? Hay por lo menos tres razones que comparto a continuación para que las considere con detenimiento, e incluso, para que las analicen en pareja:
a.- Ignorar los sentimientos de los hijos.- Ocurre cuando miramos sus problemas como algo trivial o absurdo y, esta actitud errónea la acompañamos con otra aún más grave: No nos acercamos a nuestros hijos. No les brindamos nuestra amistad.
b.- Estar demasiado confiados en que nuestros hijos resolverán sus problemas. No prestamos adecuada atención a la parte emocional de nuestros hijos. La relegamos a un segundo plano.
c.- Ser demasiado duros con la situación emocional de nuestros hijos. Decirles cosas como “La tristeza y el llanto son para las mujeres”. O quizá ser muy críticos, castigadores, regañones, no dejarlos hablar o tal vez llevarlos a cohibir sus emociones.
Estas tres actitudes sintetizan errores comunes que cometemos y que llevan a que nuestros hijos no asuman un estado emocional sano.
¿Por qué debemos cuidar la vida de nuestros hijos, en áreas tan particulares como sus emociones? Porque desde hoy los estamos preparando para la victoria o la derrota. Los hijos son nuestra mayor responsabilidad no solo hoy sino cuando vamos a la eternidad, ante nuestro Dios.
El rey David al referirse a los hijos escribió: “Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte. Los hijos que le nacen a un hombre joven son como flechas en manos de un guerrero. ¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos! No pasará vergüenza cuando enfrente a sus acusadores en las puertas de la ciudad.” (Salmos 127:3-5. NTV)
Dios nos pedirá cuenta de nuestros hijos. Y una de las formas de brindarles oportuno cuidado es en su área emocional. Un paso aconsejable es acercarnos a ellos. Si los vemos tristes o preocupados, procurar estrechar con ellos los lazos de amistad, y brindarles ayuda. Que puedan contarnos sus problemas sin reservas de ninguna clase. Y, por supuesto, guardar confidencialidad de lo que nos compartan. Es la forma de afianzar la credibilidad que necesitamos con ellos. Expresarles además, sin reservas, nuestro amor y admiración. Animarles.
Con ayuda de dios y nuestra debida orientación los hijos aprenden a manejar sus emociones, a controlarse, a serenarse, a manejar las preocupaciones y a preocuparse con menos frecuencia. Los hijos que reciben apoyo permanente de sus padres tienden a estresarse menos, a manejar los problemas con aplomo e incluso, a nivel de secundaria y universidad, manifiestan mayor disposición de aprender.
Hoy es el día oportuno de enfocarnos en la familia, en retomar el curso del hogar en consonancia con la voluntad de Dios, y particularmente, de acercarnos a nuestros hijos.
Y hablando de Dios, ¿ya recibió a Jesús como Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Recuerde que tomados de Su mano emprendemos el proceso de crecimiento personal, espiritual y familiar que tanto anhelamos. No se arrepentirá de tener a Cristo en su corazón.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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