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¿Con qué autoridad juzga a su prójimo?

¿Con qué autoridad juzga a su prójimo?

Poncio Pilato jamás se vio enfrentado a un juicio más difícil que el de aquélla tarde. Palestina estaba más calurosa que nunca y sobre Jerusalén se volcaban las multitudes.

Era fiesta. No sería un día normal. Todo conspiraba para que fuera diferente. No pudo descansar, como esperaba. Sería el juicio del siglo, pero no lo sabía. Y lo quisiera o no, era uno de los protagonistas.

Enfrente tenía a Jesús. Un hombre del común, aunque no era común. La acusación que pesaba en su contra, rompía todos los esquemas. Le acusaban de llamarse Hijo de Dios. ¡Hartos problemas tenía como para dirimir cuestiones religiosas!. Pero debía hacerlo. No podía eludir el asunto. Y lo hizo.

Lo más justo era juzgarle como a los demás. Y así se lo expresó a las autoridades judías.

“ Pero todos gritaron a una voz: — ¡Llévate a ése! ¡Suéltanos a Barrabás! A Barrabás lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad, y por homicidio. Pilato, como quería soltar a Jesús, apeló al pueblo otra vez, pero ellos se pusieron a gritar: — ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!. Por tercera vez les habló: — Pero, ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré. Pero a voz en cuello ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron. Por fin Pilato decidió concederles su demanda: soltó al hombre que le pedían, el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que hicieran con Jesús lo que quisieran. ” (Lucas 23:18-25. Nueva Versión Internacional).

Cedió a la presión de las multitudes. Era una forma diplomática de quedar bien con todos. “Al fin y al cabo — pensó — la mayoría no puede equivocarse...”.

¿Juzga usted a los demás?

Con demasiada frecuencia juzgamos a los demás. Justa o injustamente. Pero juzgamos.

Lamentablemente en la mayoría de los casos comprobamos, bien tarde, que nuestro juzgamiento fue injusto.

En tales circunstancias, ¿qué hacer? Sin duda es poco lo que podemos hacer para resarcir el daño. Es como tratar de unir con pegamento los mil fragmentos en que se convierte una hoja de vidrio al chocar contra el suelo.

Es importante que medite en el daño que ha causado a los demás cuando les señaló acusatoriamente. ¿Quién ganó? Sin duda, nadie. ¿Quién perdió? Todos. Perdió usted, y perdió la persona a la que acusó.

¿Está bien que un cristiano juzgue?

Los creyentes no estamos llamados a proferir juicio contra nadie. El Señor Jesús lo dijo: “ No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ” (Mateo 7:1,2).

Nuestro amado Redentor fue juzgado por conveniencia, cediendo a presiones. No existió nada que le condenara, pero los demás lo decían, y sin más, se le llevó al cadalso.

¿Cuántas veces usted actúa como los demás, sin siquiera tomarse un instante para determinar si lo que hace está bien o no? Un día como hoy debe llevarnos a reflexionar sobre lo que hacemos y de qué manera, sin proponérnoslo o tal vez de forma deliberada, juzgamos, herimos y actuamos por encima de lo que agrada a Dios... ¡Hoy es el día apropiado para comenzar el cambio que su vida necesita!

Publicado en: Estudios Bíblicos


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