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La dura tarea de subir la montaña


(Parte 1)

La dura tarea de subir la montaña (Parte 1)

¿Alguna vez escaló una montaña? Sin duda descubrió que conforme salvamos la distancia que nos separa de la cima, las dificultades para avanzar y respirar son mayores. La presión, el viento y otros factores ajenos a nuestro manejo, tornan imposible desplazarnos con la rapidez que anhelamos.

La imagen de un hombre o mujer subiendo a una cumbre es la mejor ilustración sobre las múltiples tentaciones que asaltan a un líder cuando cumple una misión. Hay quienes desisten rápidamente y, así hayan andado la mitad del trecho, vuelven atrás. Otros se desaniman porque consideran que “todavía falta mucho” para llegar al punto más alto y no persisten. Un buen número prosigue la marcha pero influidos por sus compañeros, llegan a considerar que las jornadas son muy difíciles. El grupo que llega a la cresta de la montaña es reducido, sino es que solamente uno solo lo logra.

¿Ha experimentado una situación similar? Entonces comprenderá los complejos momentos que atravesaron Moisés y Aarón en el proceso de librar a los israelitas del cautiverio egipcio.

No se desespere ¡Dios lo respalda!

Graciela Fleytas es una misionera argentina de las Asambleas de Dios asignada a Mozambique, en el África. Llegó al lugar con una y mil iniciativas que pronto encontraron resistencia. Entre ellas la creación de un orfanato y de un hospitalito.

Emprender la tarea no ha sido fácil. Por el contrario, en un mundo animista como el que habita en ese continente, problemas y obstáculos son lo que encontró a su paso. Pero no se dejó vencer. Avanzar asida de la mano del Señor Jesús constituyó la base para sobreponerse a la adversidad.

¿Qué descubrió en su ministerio? Que si Dios da la visión, el concede la provisión y asegura la bendición. Tres elementos determinantes para toda persona que asume una enorme misión. ¿Quién permitirá materializar la misión? El Señor mismo.

¿Recuerda dónde quedamos en las lecturas sobre la difícil tarea asignada a Moisés? Pues bien, sus tropiezos iniciales no fueron nada comparado con lo que vendría. Tales hechos y la forma como los enfrentó representan un ejemplo para nosotros hoy.

Los primeros versículos del capítulo 7 del Éxodo nos revelan aspectos sumamente interesantes que le invito a considerar y a aplicar en su vida.

“Toma en cuenta le dijo el Señor a Moisés que te pongo por Dios ante el faraón. Tu hermano Aarón será tu profeta. Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que deje salir de su país a los israelitas. Yo voy a endurecer el corazón del faraón, y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto, él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto; ¡con grandes actos de justicia sacaré de allí a los escuadrones de mi pueblo, los israelitas! Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor.” (Exodo 7:1-5. Nueva Versión Internacional).

Representamos a Dios mismo

Colóquese por un instante en los zapatos de Moisés. Aquél que todo lo puede le encomendó una misión. En ningún momento le prometió que sería fácil; por el contrario, es a través de la dura experiencia de estar matriculado y cursando asignaturas en la “Escuela de Dios”, que aprendió sobre los alcances de su nueva condición.

Al decir sí al llamamiento divino, se convirtió en Su representante ante Faraón.

Moisés fue puesto “por Dios ante el faraón”. Son las credenciales del Todopoderoso las que confieren autoridad y las posibilidades para desarrollar el trabajo propuesto. No es en nuestras fuerzas, sino en las de Dios.

Quizá usted oró por un trabajo. El se lo proveyó. Hoy siente que no puede. ¿Quién respondió a sus oraciones? El Señor mismo. Es sabio y por tanto, abrirá una salida a vista suya. No está solo ni en un laberinto del que no puede salir.

¿Ejerce el liderazgo en una iglesia y siente que no puede seguir adelante? ¿Todos están en contra suya? ¿Enfrenta la intolerancia y la incomprensión? Es posible vencer. Usted es el representante de Dios. ¿Acaso no depende de Él? Entonces, ¿qué impide que alcance los objetivos de la misión que recibió?.

Nuestra obligación: Cumplir aquello que dispuso Dios

El Señor no necesita que le demos “una ayudadita”. El es poderoso para hacer cuanto se ha propuesto. Empujar junto a Dios no es otra cosa que poner un obstáculo atravesarnos en Su camino. Es necesario dejarlo que obre.

Dios fue claro con Moisés: “Tu obligación es decir todo lo que yo te ordene que digas; tu hermano Aarón, por su parte, le pedirá al faraón que deje salir de su país a los israelitas”.

¿Ha intentado hacer las cosas a su manera creyendo que Dios le respaldará? La advertencia del Supremo Hacedor fue clara: el patriarca debía limitarse a hacer aquello que se le había ordenado. Igual nosotros. Obediencia es una de las palabras clave para un ministerio exitoso.

No se pierda la segunda parte de este interesante estudio, pero de otra parte, que no termine este día sin que haya tomado la mejor decisión de su vida: Recibir en su corazón al Señor Jesús. Es la mejor decisión que jamás podrá tomar, porque Cristo morando en su corazón lo lleva a la Victoria.

Publicado en: Estudios Bíblicos


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